Ir a votar cuando estás expatriado tiene otro sabor... no sabría explicaros por qué, pero así es. Tal vez sea simplemente porque el poder ejercer el derecho al voto te exige algún esfuerzo más que hacerlo cuando estás en España, y ya se sabe que los logros con esfuerzo satisfacen más que los fáciles. Y es que en España te llega todo a casa, tú sólo tienes que hacer las cruces, meter los papeles en los sobres, y darte un paseo hasta el colegio electoral. O si no, ir simplemente al colegio y coger allí las papeletas. Pero si vives en otro país, tienes que currártelo un poco más. A mí la verdad es que me lo dieron todo bastante majadito, pero aún así el proceso, cuya teoría es tan simple como esto, en realidad tiene más implicaciones. Para empezar, para que te envíen la documentación para votar (léase, las papeletas), tienes que ir a inscribirte a la embajada, con una fotillo, el pasaporte, cubrir unos formularios... En mi caso, además, fui fuera de plazo, por lo que cuando salieron las primeras listas no figuraba y tuve que reclamar. Después, estar pendiente de que llegara la notificación de que había sido estimada. Llegó. Luego, la documentación que llega in-extremis, a jueves, siendo domingo el último día de plazo para poder votar en la embajada (esa era la opción más cómoda, pero para enviar el voto por correo había 6 días más, hasta el sábado que viene). Por cierto, que a algunos en lugar de llegarnos directamente la documentación para votar, lo que nos llegó fue un resguardo del servicio postal, para ir a retirarlos. Enviamos al ordenanza, el viernes... Así que el viernes estuve ya en disposición de ejercer mi derecho al voto, pero como estaba trabajando, no lo haría hasta el fin de semana. La embajada estaría abierta al efecto sábado y domingo de 9 a 13.
El viernes por el día estuve muy contenta porque notaba mucha mejoría de la espalda, incluso me fui a comer a un restaurante junto a la playa con Lucía e Irene. Después fui al fisio. Me encontraba bastante bien, aunque sabía que no debería haber pasado tanto tiempo sentada. El fisio me dijo que de momento intentase caminar sólo lo mínimo. De vuelta a casa me eché en la cama, bastante cansada, y creo que hice un mal movimiento. Hacia la noche empecé a notar una cierta molestia en la garganta y la cabeza... "m***da, pensé, lo que me faltaba, ponerme mala también de la garganta". Me desperté por el medio de la noche con pesadillas y tiritando, claramente febril. En este caso el hecho de que además me doliese la garganta me tranquilizaba, si no, me habría asustado por la malaria. Me levanté para echarme algo más de ropa a la cama y me di cuenta que la espalda volvía a dolerme más, supuse que por culpa de la fiebre. Pasé la noche bastante mal, casi sin poder dormir.
Por la mañana había quedado con Lucía para ir a votar. Me levanté relativamente temprano y me vestí, pero me mareaba si estaba de pie, y me dolía mucho la espalda, casi no podía caminar, otra vez. Me tuve que volver a la cama. Me tomé una pasti de las que me habían dado para la espalda (paracetamol y otro calmante más fuerte). Llamé a Lucía por teléfono para pedirle el termómetro. Tenía 38ºC. Obviamente no fui a votar, pasé todo el día en la cama. Me fui controlando la fiebre todo el día, y se mantuvo entre los 37.5 y los 38ºC, lo que no es alarmante, solo molesto. Quedé con Noe para que al día siguente, de paso que iban ellos a votar, me acercasen en coche, porque si no yo no podría ir. Esa noche la pasé mucho mejor, y me levanté ya sin fiebre, aunque todavía con más dolor de espalda del que había tenido el viernes y con bastante sensación de debilidad. Hoy sí que votaría, no había hecho toda la papelada para quedarme fuera. A las 12 o así me llamó Noe, que estaba llegando. Bajé los cuatro pisos de escaleras con esfuerzo y allá nos fuimos, pasaporte y documentación en mano.
Misión cumplida.
Que mi ejemplo de esfuerzo por votar os sirva a los indecisos, porque cada voto cuenta, todos los votos son útiles. Yo no voy a decir siquiera por quién he votado o por quién no, no quiero hacer campaña ni por unos ni por otros, de hecho no me gusta mucho la política, pero sí creo una cosa: que haya elecciones es bueno, y por eso he querido participar.
Por cierto, lo que sí es raro es no estar aguantando la campaña electoral... y votar sin jornada de reflexión... ¿será mejor o peor? La verdad es que yo he pensado más en el voto en sí, en lugar de cagarme todo el día en la maldita publicidad, en los coches ruidosos que anuncian los mítines y en la cara de cínicos que tienen siempre los políticos en los pósters que se cuelgan en las farolas.
1 comentario:
bien hecho! no veas la suerte que tienes, hija, de librarte de la campaña y la crispación!! a ver si te pones bien del todo, nena, cuidate!
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